domingo, 21 de enero de 2024

Se me vino encima

Algo de twitter, y con este post les animo a seguirme

Mujer y Sumisa

Hace ya un tiempo que me acepté con mis sentimientos de sumisa, entregándome a ellos con libertad y sintiéndome dichosa de vivir con ellos.
Me hubiera encantado que fuera antes, pero todo llega a su tiempo y con quién corresponde.

En este camino hubo alguién que ocupa el lugar más importante, quién me guía, me enseña y me muestra este mundo desde un punto de vista propio pero verdadero, así lo absorví en mí y así lo veo, yo soy lo que soy porque he tenido una educación y una vida que ha moldeado mi carácter, pero soy la sumisa que soy porque el hombre que me tomó como su propiedad tomó a la mujer que era, pulió lo que le gustaba de mí y reeducó lo que no le gustaba, y en este camino ha cuidado mi esencia, porque era el trofeo que quería para sí mismo.

Y acaso no se trata de eso, que el Dominante tome a una sumisa y disfrute del poder de transformarla y convertirla en una mujer mejor para él, o por el contrario solo se trata de disfrutar e imponer sus ideas y destruir la esencia de quién tomó.
He leído a sumisas perdidas, que no saben qué hacer en sus días porque han entendido mal que debido que al entregar todo se quedan sin nada y en el camino también les robaron su sentido común.
Sepan que el sentido común es la capacidad de juzgar los hechos usando razón (a grandes rasgos), por lo tanto todos lo llevamos dentro, nadie puede perder este sentido si está en manos de un buen Dominante, porque este hombre querrá el crecimiento de la mujer, lo que permitirá el desarrollo de una excelente sumisa.

Pero el Dominante impositivo, represor, abusivo sólo querrá destruir lo que existe, para imponer lo que él desea, con un sentimiento egoísta, sin importar el desarrollo personal de la sumisa, pero utilizando palabras que la hará creer que así debe ser lo mejor "para él, por él y sólo de él"... Increíblemente, les creen y aceptan esta manipulación.
Sin embargo, cuando existe un buen guía, el querer ser "la mejor para él, por él y solamente de él", nace en nuestro corazón en forma espontánea como agradecimiento y adoración para nuestro Amo, y vivirlo así es infinitamente maravilloso, y lo podemos transmitir como "libertad".

Usar el sentido común no les quita el espíritu a la sumisa, sino que lo engrandece, cultívenlo.

domingo, 24 de abril de 2022

Obligaciones de la Perra Sumisa

Alguien me dijo que debía tener un serie de obligaciones como sumisa y eran estas:
Obligaciones de la Perra Sumisa

– Te dirigirás a mí de usted y siempre como Amo o Señor al finalizar tus frases.
– No tienes voluntad, ni opinión, ni derecho alguno.
– Responderás por el nombre que yo decida imponerte.
– Aceptarás las humillaciones y castigos que crea oportunos.
– No tendrás ningún tipo de placer a menos que yo te lo permita. Tú no te excitas sino que te calientas. No te masturbas sino que te restriegas.
– No hablarás sin mi permiso.
– No me mirarás nunca a los ojos.
– Cuando me refiera a tu boca utilizaré la palabra hocico, en lugar de pechos tienes tetas, las piernas son las patas traseras, las manos las patas delanteras, no tienes espalda sino lomo y, en cuanto a los agujeros, la vagina pasa a llamarse coño, chocho o agujero delantero, y el ano será culo o agujero trasero. Meas y cagas
– Tu forma de desplazarte será siempre a 4 patas. Cuando te pasee y me pare, deberás incorporarte y apoyarte sobre tus patas traseras, encoger las delanteras y sacar la lengua.
– Traerás las cosas sujetas al hocico.
– Tus tres agujeros están a mi disposición o a disposición de quien yo decida.
– Comerás y beberás de un cuenco y en el suelo sin utilizar las patas delanteras.
– Para hacer cualquier cosa pedirás permiso incluyendo tus necesidades y yo determinaré cómo, cuándo y dónde deberás hacerlas ya que careces de intimidad.
– Te sentarás siempre como lo estás ahora, con el culo siempre en contacto directo con el asiento y las patas siempre separadas.
– Irás siempre rasurada. De eso me encargaré yo mismo.

Qué les parece, debería acceder?

jueves, 7 de abril de 2022

Una Situacion Comprometida

Nos besábamos apasionadamente en el sofá del salón. Nuestras bocas se comían una a la otra mientras las lenguas se entrelazaban entre sí. Nuestras manos desabrochaban botones y tiraban de camisetas hasta que nuestros cuerpos se tocaron piel contra piel.

En un momento decidí que estaríamos más cómodos en la cama. Recorrimos desnudos el pasillo hasta la cama de matrimonio. Me tumbé y me dejé hacer por él que me recorría a besos desde la barbilla, mordiendo mi cuello y lamiendo mis pezones de fresa sobre mis bonitas tetas blancas.
Yo le acariciaba el miembro erecto, que movía la cadera lentamente como si me estuviera follando la mano. Sus cuerpos ardían y sudaban, supurando sexo por cada poro.

Le miré a los ojos y le agarré de la nuca para volver a besarle de manera apasionada. Abrí las piernas invitándole a que se colocara sobre mí. Él no lo dudó y acomodó su cuerpo entre mis piernas. Paseó su glande por entre mis labios vaginales. Calientes. Babosos. Separándolos levemente sin profundizar. Haciéndome suspirar y que le pidiera, ansiosa, ser penetrada.
Con un golpe de cadera seco incrustó el glande en lo más profundo de mi vagina, sin poder evitar gritar. Me la dejó clavada un par de segundos antes de volver a dar otro golpe de cadera seco. Me retorcía de placer al sentirme empalada de aquella manera. Sin dejar de mirarme a los ojos, él comenzó un movimiento más constante. Entre suspiros, gemidos y esfuerzos siguió el polvo hasta que yo le pedía más: -La quiero por detrás.

Él puso “esa” sonrisa antes de permitir que yo me colocara en posición. A cuatro patas, con la cabeza en el colchón y con las manos atadas a la espalda con un lazo, yo me estremecía al sentir la lengua caliente de él recorrer la rajita caliente de mi coño hasta mi ojete. Allí se entretuvo en un magnífico beso negro. Lubricándolo y dilatándolo con sus dedos. Yo resoplaba mientras él no dejaba de lamer mi ojete.
Él dejó caer una sustancia viscosa y fría desde mis caderas. El espeso líquido se introdujo entre mis nalgas pasando por el agujero y aumentando la lubricación anal. Después untó su capullo para que la penetración fuera más fácil. Por fin colocó la punta de su polla en el ojo de mi culo y comenzó a presionar.

Con esfuerzo, la cabeza gorda de su polla fue abriéndose paso, dilatando el esfínter y profundizando en mi culo. Al principio sentí una punzada de dolor, como si se me rompiera el culo: -Aaaahhhh.
Él se detuvo esperando que el recto se adaptase al intruso. Respirando entrecortadamente le pedí que siguiera. Él continuó hasta encajar toda su polla en el mi culo: -Aaaho....ra...sííí...jooo...derrr
Yo respiraba muy fuerte al sentirme ocupada. Mi clítoris palpitaba de excitación, de mi coño manaba flujo caliente que resbala por mis muslos. Mi culo ardía con el roce incesante de su polla con el movimiento de vaivén.

Poco a poco comencé a disfrutar de la sodomía. No era la primera vez que me enculaban. Él era muy bueno dando por culo. Y yo lo disfrutaba. Pocas cosas me producen más morbo que estar maniatada a cuatro patas mientras me parten el culo.
Él se agarró a mis caderas, clavando sus dedos en mi cuerpo y comenzó a acelerar la follada. Yo gritaba pidiendo que me diera más fuerte. Que se corriera dentro de mi culo. Que me rellenase de esa leche caliente que tanto me gusta.

De repente, la puerta del dormitorio se abrió. En medio apareció mi marido. Con la mirada perpleja intentaba asimilar lo que veía. Yo, su mujer, me estaba dejando dar por culo por un tío al que él no había visto en su vida.
Mi amante no pudo aguantar más. La situación había hecho que su adrenalina corriese de manera temeraria y excitante. Con un grito desgarrador se corrió de manera abundante en mi culo delante de mi marido que nos observaba con los ojos muy abiertos. Yo casi de manera inmediata, también alcancé un sonoro orgasmo al sentir como la leche de mi amante rellenaba mi ano mientras mi marido lo veía todo desde la puerta del dormitorio.

Los dos caímos de bruces sobre la cama. Yo estaba exhausta. Derrotada y descubierta en mi infidelidad. Dos segundos después la tensión se podía cortar. Mi marido permanecía inmóvil y en silencio. Mi amante sacó la polla de mi culo produciendo un sonido de descorche. Yo, no pude evitar dar un grito al sentir como el miembro de mi amante me producía un vacío y mi ano latía por volver a su tamaño original.

La situación se volvió tensa. Violenta. Yo desnuda, tumbada boca abajo, sintiendo el semen salir de mi culo y con la cara hundida en la almohada. Incapaz de mirar a mi marido. No cabían excusas, ni explicaciones. Mi amante, en silencio se apresuró a salir de la habitación, aún desnudo y con la polla semierecta. Evitó mirar a los ojos del cornudo, al que tuvo que sortear para poder salir. Una vez en el salón recogió su ropa, se vistió y se largó.
Mi marido le miró con ojos asesinos. Con ganas de matarle pero incapaz de asimilar lo que había sucedido. Inmóvil me miraba y yo apretaba los ojos deseando que todo aquello fuera un sueño...

lunes, 28 de marzo de 2022

Ocuparon mi Piso y mi Culo

Cuando nos enteramos de que en el piso que teníamos a las afueras de la ciudad y que habíamos comprado hace dos años con la idea de alquilarlo más adelante, habían entrado unos ocupas, se nos cayó el alma a los pies y el disgusto y la preocupación fueron enormes. Tras hacer varias consultas y ver lo complicado y lento que podía resultar el desalojarlos, una tarde me decidí a ir a hablar directamente con ellos. Fui sola porque mi marido estaba fuera por trabajo y quería sacarlos de mi piso cuanto antes. Llamé a la puerta y me abrió un tipo con una pinta infame, andrajoso, con greñas y agujerado con piercings y pendientes por todos lados. Posteriormente me enteré de que era un elemento de cuidado; procedía de uno de los barrios más degradados de la ciudad y había estado varias veces en la cárcel por robo con fuerza, agresiones y atentado a la autoridad. Le llamaban el “sordo”. Tras explicarle quien era y conminarle, de manera firme pero educada, a que desalojaran la vivienda, el tipo se me quedó mirando un momento de arriba abajo y me dice que ni de coña, que están en su derecho, que la ley los ampara y que piensan quedarse mucho tiempo. Desquiciada y frustrada me encaro con él, ya de peores modos, y le exijo que abandonen mi piso, a lo que directamente me responde: “vete a tomar por culo”. Le replico: - Por culo te vas a tomar tú. - Yo no tengo ese vicio -me contesta- pero a ti sí que te voy a encular para que sepas lo que se siente cuando mi torpedo revienta en el intestino de una puta perra como tú.


Me quedé estupefacta, indignada, aturdida y asustada, aunque en el fondo noté un tímido e incipiente amago de morbo, como un pequeño hormigueo, y no se me ocurrió otra cosa que decirle, con lo que pretendía ser sorna y se quedó en una patética muestra de impotencia: - ¡Hombre, ya era lo que faltaba, primero se mete en mi piso y ahora quiere meterse en mi culo!

Tras una mínima pausa en la que ese delincuente pareció reflexionar, me dice: - Bueno... eso igual lo podríamos ver, lo del piso, digo. Meterse en todo tal vez sea algo abusivo. No te digo yo que si optamos por el culo no haya que valorar el salir de la casa.
- Pero ¿Qué dices?
- Que estoy pensando que igual podríamos llegar a un trato: si tú aceptas que te dé por el culo yo estaría dispuesto a desalojar la vivienda.

Inicialmente puse la cara de mayor indignación de la que fui capaz, la que se supone debe corresponder a una víctima de tan descomunal ofensa, pero no pude evitar que, como un flash, pasara durante un segundo por mi imaginación la imagen de verme sodomizada por ese cerdo, y el hormigueo iba subiendo de intensidad y ya casi era como un calambrazo que parecía producirme crecientes sacudidas. Por otro lado la posibilidad real de solucionar el problema y desalojar la vivienda también era una motivación potente para valorar la propuesta, así que abandonando la primera reacción de sentirme ultrajada y le dije: - En el supuesto de que aceptara ¿cuándo abandonaríais el piso?
- Pues una semana después de que empecemos el tratamiento.
- ¿El tratamiento?
- Sí. Claro. No solo sería una vez. El trajín deberá ser por lo menos cinco días a la semana durante dos meses. Y eso siempre que mis colegas estén de acuerdo.
- ¿Cómo que tus colegas?
- Sí. El moro Ahmed, el moreno Babu, y el gitano rumano Alexandru. Los cuatro compartimos esta casa y a ellos se lo tengo que decir, aunque no te preocupes, aquí se hace lo que yo decido. A ver ¿quieres que se lo diga?
- Pero dos meses es mucho tiempo... cinco días… (Le propongo yo)
- El que algo quiere algo le cuesta y además ya verás cómo te va a saber a poco. ¡Qué! ¿Hablo con ellos?

Puse cara como de resignación acompañada de disgusto y encogiendo un hombro le dije: - ufff, bueno.

A los cinco minutos apareció de nuevo: -Bueno, ya está. Me ha costado. Lógicamente les planteé que ellos también iban a participar, pero... que no, que si estaba loco, que como iba a cambiar el piso por meterla en el culo de una puta perra... Les expliqué que follar por el culo a una señora fina y elegante no se consigue todos los días. Pero ni con esas. Que si no dejas de ser una sucia furcia a la que ni un perro se tiraría, que ellos están servidos con la Pita, la lumi de confianza... Así que tuve que explicarme de otra manera... ya me entiendes... Eso sí, les di la garantía de que podrían disponer de tu culo como les venga en gana. El trato está cerrado: veinte minutos cada uno, cinco días a la semana durante dos meses, y si empezamos mañana, en una semana estamos fuera de aquí. ¿Tienes un sitio donde poderte trajinar?

El trato fue tan brutalmente vejatorio, me sentí tan humillada, tan degradada, que hasta noté una sensación de placer morboso en ser tratada de forma tan denigrante, y en lugar de ofenderme, o como mínimo protestar por la imposición de toda esa barbaridad de nuevas condiciones, lo único que le contesté fue: - Sí. Tenemos otra casa en una zona de la periferia de la ciudad, donde mi marido y yo apenas somos conocidos y donde la movida que se avecinaba podía pasar más desapercibida.

En esto que aparecen los otros tres especímenes por la puerta. ¡Menudos pintas! ¡Vaya cerdos, cochambrosos, malolientes, zafios, bastos, macarras...! ¿Y estos son los que me la iban a introducir en el ojete? También me miran de arriba a abajo con cara de asco y uno que debía ser el gitano rumano dice: - ¡Me cago en todo. Es mucho peor de lo que creía. Pero si es más vieja de lo que me imaginaba! Entonces “el sordo” brusca y rápidamente se me abalanza, me rodea con sus brazos por detrás y me sube la falda dejando al descubierto las nalgas que por supuesto el minúsculo tanga que llevaba no cubrían. Agarra violentamente cada una de mis nalgas con una mano y las separa firmemente junto con la cinta del tanga, dejándome con el ano a la vista de sus compinches y, sin dejar de apretujarse contra mi cuerpo, les dice: - ¿Y de esto qué me dices? Ya sé que no es ninguna jovencita, pero ¿qué me contáis de este culo? ¿Acaso no es aún más que aprovechable?


Y mientras tal decía, el dedo corazón que tenía presionándome el ano, me lo mete de golpe, entero, por el culo. No puedo evitar dar un grito, malamente contenido, ante el dolor y la sorpresa que me produjo semejante inesperada y violenta clavada.

- Gordito, carnoso, buenos glúteos y aún firmes. ¿Me vais a decir que no os vale para endiñársela aquí dentro -se explicaba mientras removía su dedo cada vez más virulentamente en mi interior- ¿Creíais que no me entero, que no tengo ojos? Es solo para usarla y que con la boca os haga un buen lavado de la polla después de follarle el culo, que para eso bien que vale.

Ya no podía más. Me habían reducido a la categoría de ganado despreciable, de objeto, para unos repugnante y desechable, para otros al que aún se le podía dar cierto uso. La más abyecta y nauseabunda escoria de la sociedad disponía de mi cuerpo como les placía al tiempo que me vejaban con sus humillantes comentarios. La situación se me había ido totalmente de las manos y nunca había caído tan bajo. Empecé a llorar. El “sordo” viendo en peligro su plan retira el dedo de mi culo y me dice: - No te pongas así, que estos son un poco brutos y no entienden de nada. No les hagas ni puto caso. Yo solo quería demostrarles que sí que vales, que estás muy buena.
Ya verás que bien lo vamos a pasar.

Me marché. Llorando, rota, aturdida y traumatizada. Antes, “el sordo” me da un papel: -Es mi número de teléfono. Cuando se te pase el sofoco me llamas, que en breve, cuando te empieces a imaginar cabalgada por cuatro pollas bravas, cambiarás los lloros por la humedad y el ardor que vas a sentir en el coño ¡cariño!
Y de despedida me da un buen apretón con su manaza en mi nalga izquierda.

Al llegar a casa, tuve que disimular todo lo que pude ante mi marido, cuando me llamó por teléfono para interesarse por cómo me había ido con los ocupas del piso. Y de forma vaga le contesté que dentro de lo que cabe parecía gente razonable y que me dijeron básicamente que les diera un tiempo para buscar una alternativa residencial. Lógicamente no me extendí mucho más, ni ganas que tenía, y él tampoco inquirió mucho más, ni se percató de mi estado de alteración, y ahí quedó la cosa. Durante el resto de la jornada las sensaciones desbocadas que me produjo la experiencia hicieron que la cabeza me quisiera estallar, los nervios me corroyeran, el corazón palpitara descontrolado, el pensamiento se me bloquease, y el culo, todo hay que decirlo, me escociera un montón. Presa de semejante tensión y ansiedad solo venían a mi mente oleadas de flashes: la humillación, la degradación recién sufrida, el dedo en el culo delante de todos, el piso, las vejaciones, la propuesta, el dedo en el culo, el desprecio, el “ya verás que bien lo vamos a pasar”, el sentirme una puta arrastrada, el dedo en el culo, la idea de ser sodomizada por cuatro simios como aquellos durante dos meses, el dedo en el culo, el problema del desalojo resuelto, el dedo en el culo, la cara de lascivia de los tres energúmenos ante la forzada apertura y exposición de mi... el dedo en el culo... dentro... todo dentro... moviéndose... girando... apretando... presionando... dentro... hasta el fondo... los otros viendo, gozando... y... a partir de mañana los cuatro a montarme, a cabalgarme... yo a cuatro patas y ellos por turno empotrándome sus miembros en mi trasero... yo boca arriba mientras uno de ellos agarrándome por los tobillos me levanta y separa las piernas para acto seguido perforarme el ano... yo, pasiva y sumisa, aceptando mansamente ser la furcia de cuyo culo los cuatro patanes usan a discreción... yo, pasiva y sumisa... excitándome cada vez más... calentándome cada vez más... sintiendo que de la tensión y el enervamiento pasaba a la agitación y el sofoco. Cuando me di cuenta tenía el sexo empapado.

Mis pensamientos me habían llevado a un estado de excitación tal que yo misma no pude evitar llevarme dos dedos al culo y también meterlos. Al tiempo que los agitaba, recordaba el trabajito que hacía unas horas me había hecho “el sordo” y pensaba que después de todo yo, mi cuerpo, o cuando menos una parte de él, era objeto de deseo, de interés, era apetecible para ciertos hombres, sería algo que iba a dar placer, algo que haría disfrutar. Necesario para que ellos gozasen y se corriesen. Precisaban meterla y me la iban a introducir a mí. Yo los iba a recibir dentro de mi cuerpo en el que ellos finalmente aceptarían que retozasen sus falos. Su esperma lo iban a dejar en mi interior. Se iban a correr en mi culo. Yo era, por tanto, algo válido y apreciado. Valorado y necesario. Yo sería la receptora de su descarga seminal. ¡Yo! a mí me querrían, me buscarían, me tratarían, me sodomizarían... me... me... me reventó y me atravesó por todas las células del cuerpo tal explosión de placer que ya no sabía si era un orgasmo o la descarga eléctrica de una línea de alta tensión. Acabé jadeante, empapada y exhausta, pero sorprendentemente no se había apagado mi calentura. Agarré el teléfono y llamé al “sordo”.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Encuentro con el Vecino - 2a. Parte

Según me comentaba mi marido, lo que le pasó con ese encuentro en el bar con ese vecino fue genial y a la vez sorprendente, de ninguna manera se hubiera imaginado aquella situación pero ahí estaba ese buen señor, ya mayor, pero con una cara de guarro vicioso que le asombró de entrada pero que luego después de analizarlo con más calma y darle algunas vueltas al asunto, le puso todo burro saber que este abuelo vicioso y sus amigos sabían de las exhibiciones que yo hacía y que ya me habían visto en repetidas ocasiones. Sigo contando desde donde lo dejé la otra vez,(Relato anterior del Encuentro con el Vecino) cuando mi marido estuvo en el bar hablando con ese señor y cuando salió del bar estuvo dando una vuelta para poner en orden sus ideas y planear algo para que yo hiciera y que incluyera al vicioso abuelo mirón.

Cuando mi marido llegó a casa me dijo que esa misma noche quería que yo hiciera una sesión de exhibición; él quería que me pusiera bien guapa y sobre todo muy sexy pues quería que me exhibiera en la venta para los vecinos. Sabíamos que había al menos dos tipos que teníamos identificados que nos espiaban cuando jugábamos a exhibirme, uno era un hombre joven de treintaytantos a cuarenta años, que vive con sus padres y otro que sabíamos pero que nunca habíamos visto y que ha resultado ser nuestro amigo el abuelo vicioso.


Mi marido no quiso contarme el encuentro que había tenido con el viejo en el bar, por el momento decidió esperar y no decirme nada, porque sabe que si me lo contaba me iba a poner cachonda como una cerda y quería que estuviera calmada, eran solo las 6 de la tarde y quería que yo empezara a exhibirme cuando empezara a anochecer. Yo como no sabía nada de ese encuentro que había tenido en el bar con el viejo vecino mirón, inocentemente le digo que el chico, como le llamamos al más joven, no debía de estar, porque hacía varios días que no le veía. Al decirle eso, mi marido me dice que le gusta lo zorra que soy porque, entre otras cosas, ando pendiente del vecino mirón. Vale, me da igual que no esté, ¿y el otro? Me pregunta. No sé del otro, ya sabes que no se muestra, le digo. Poco podía yo imaginar lo que tenía en mente mi marido, y que a partir de ahora iba a ver cómo se me iba a mostrar; se te va a mostrar tanto que quizá le invite a casa una tarde o le diga que nos invite a la suya para que le hagas un pase de exhibición en exclusiva. Esto es lo que pensaba mi marido y que después me confesó, pero de momento no me dijo nada... Solo quería ir disfrutando paso a paso deleitándose en los detalles.

Está bien me dice, esta noche te vas a exhibir para los vecinos y no se hable más, ¿lo entiendes? Sí, le digo yo. Y ahora ven aquí; mi marido estaba sentado en una silla y yo estaba semitumbada en el sofá. Me levanté y fui hacia donde él estaba, me acercó a él y metiéndome la mano entre las piernas empieza a tocarme el clítoris, al momento yo reaccionó, humedeciéndome, mi marido sabía que si seguía un poco más, me mojaría toda como una guarra, así que siguió un poco más abriéndose paso con sus dedos entre mi raja, y yo solo podía abrirme más y me mojaba cada vez más, luego, mi marido, va y me dice: hazme una mamada. Cosa que hice al momento.

Después de correrse en mi boca y de tragarme todo su semen, me dio unos azotes y me dice que le contara que ropa tenía para ponerme esa noche para exhibirme a los vecinos, sin saber que me iba a exhibir al abuelo guarro y vicioso, aunque yo no sabía nada, de momento.


Así que después de correrse en mi boca y dejarle la polla reluciente y ya descargado de su calentura, estuvimos un rato viendo la tele, pero mi marido no se relajaba, cada vez estaba más cachondo, así que me dijo que me pusiera algo porque íbamos a dar una vuelta por el barrio. Y así caminando podría contarme el encuentro que había tenido en el bar de la esquina con el viejo cerdo mirón.
Hacía calor así que me puse un vestido de verano muy ligero, un poco ancho de vuelo y a media pierna, de tirantes y unas sandalias de cuña, el vestido se me clareaba al trasluz y por supuesto iba sin bragas. Estuvimos paseando tranquilamente y tomando unas copas en una terraza, a mí me gusta el baileys, me pone bien cachonda, después dimos otro paseo y ahí empezó a hablarme del encuentro que había tenido con el vecino mirón. Según me lo iba contando podía sentir como se sentía un poco avergonzado, pero se iba poniendo cada vez más cachondo, me decía que en la noche iba a exhibirme para el viejo mirón y quería que fuera muy cerda, quería ver cómo me abría de piernas y le enseñaba todo el coño y también quería verme masturbarme para el viejo. Yo no decía nada, solo escuchaba y asentía con la cabeza por lo que terminó preguntándome si yo estaba entendiendo bien lo que me estaba diciendo. A lo cual le digo que sí. Lo entiendo bien. Muy bien así me gusta y espero que te comportes como una buena zorra. Ven vamos a tomar otra copa, que quiero que enseñes un poco el chocho en una terraza, continúa diciéndome. Cerca de dónde estábamos hay una terraza que da a un parque y a veces hay gente, que se sienta enfrente en los bancos. Aquella tarde no había nadie, pero no le importaba, yo tenía que estar allí sentada con las piernas un tanto abiertas, lo suficiente para que se me viera toda la raja. Estuvimos allí un buen rato hasta terminar las bebidas y después nos fuimos para casa, yo ya estaba bien animada después del par de copas y dispuesta a exhibirme como le gusta a mi marido que me muestre.

Al llegar a casa, me dijo de comer algo ligero con una copa de vino y después que me preparara para exhibirme delante del viejo mirón. Pero primero me estuvo tanteando, metiéndome mano y yo cada vez me estaba poniendo más caliente y y empezaba a estar toda mojada, yo me dejaba hacer cualquier cosa y no dejaba de gemir como una perra en celo. Yo solo quería que me follara, pero agarrándome del pelo me hizo saber que para eso tendría que esperar. Primero lo primero. Así que me dio un par de azotes y me mandó a arreglarme para la exhibición que tenía que hacer delante del viejo mirón, obedeciendo me fui a vestirme o desvestirme, mi marido no se dio cuenta o no quiso preguntarme qué me iba a poner, quizá prefería que le sorprendiera, parecía darle un poco igual y mientas me fui a cambiarme el se quedó viendo el teléfono, y casi podía imaginar que estuviera mirando el número de teléfono que le había dado el vecino, sin saber si debía llamarle para decirle que en unos minutos yo iba a estar exhibiéndome delante de la ventana, y nunca me dijo si lo había hecho o no. Después estuvo mirando por las ventanas por si le veía, pero todo estaba muy tranquilo, y aunque se estaba empezando a hacer de noche todavía había un poco de claridad aunque dentro de la casa había que encender las luces porque ya no se veía muy bien. Aunque seguro que el viejo mirón estaba ahí observando desde las sombras.

En esas se estuvo entreteniendo mi marido mientras esperaba a que yo saliera preparada a mostrarme como una verdadera perra en celo, aunque cuando parecía impaciente cuando me presenté en el salón, y me hizo sonrojarme porque nada más verme me dice que estaba para follarme ahí mismo. Me había puesto un vestido negro ajustado, que me queda a medio muslo, aunque según voy andando se me va subiendo de lo ajustado que es ese vestido, pero cuando me siento con ese vestido se me sube prácticamente hasta la cintura, y tengo que estar bajándomelo constantemente porque es un espectáculo verme cuando me hace ponérmelo y esa noche, para no defraudarle a mi marido, había elegido ese vestido para exhibirme delante de nuestro vecino mirón, que él había conocido esa misma tarde personalmente y el buen señor parecía ser todo un cerdo guarro salido en su trato con las mujeres.
Así que todo iba bien. Yo estaba poniendo todo de mi parte, solo faltaba que el viejo mirón estuviera escondido para verme. También me había puesto unas sandalias muy finas con tacón alto, a juego con el vestido, y debajo llevaba unas braguitas de encaje color blanco que resaltaban con el bronceado de mi cuerpo. Iba sin sujetador. Por supuesto, me había maquillado como si fuéramos a cenar al mejor restaurante y también me había arreglado el pelo. No paraba de repetirme que estaba preciosa; y no pudo resistirse y meterme mano, tenía la polla a reventar, pero antes de descargarse quería ver cómo resultaba con el vecino. Ya tendría tiempo de follárme y reventarme a pollazos más tarde.

Después de sobarme bien y de “pasarme revista”, como le gusta decir, me pregunta si sabía lo que tenía que hacer. Por supuesto le dije que sí. La habitación tiene la iluminación apropiada para que se nos vea bien sin ser evidente, con luces indirectas que mi marido ya tiene preparadas para estas cosas. Mi marido me da unas últimas instrucciones, que yo con obediencia acato como buena perra sumisa. Mi marido se mantenía al margen, escondido en la habitación de tal manera que el vecino no le viera, solo quería que me viera a mí; me dijo que tenía que entrar en la habitación, encender la luz, y mostrarme, primero quería que me exhibiera con mi vestido de putón, quería que me insinuara al vecino, después tendría que quitarme el vestido despacio, poniendo suspense al hacerlo, hasta terminar con el vestidito de zorra en el suelo, luego tendría que enseñarle las bragas al viejo, quería que me las viera bien y una vez más que me insinuara y me moviera como una zorra solo con las bragas y los zapatos de tacón puestos, y después de un rato quitarme las bragas invitando al viejo a despertar su lujuria, luego tenía que tumbarme en la cama de tal manera que el vecino me viera la raja completamente, y bien abierta de piernas, tenía que masturbarme, tenía que hacerme una paja hasta que terminara corriéndome como una cerda, cosa que como buena perra sumisa que soy hice de una manera impresionante; me tocaba, gemía, me convulsionaba, me estaba corriendo como una cerda y no me importaba que el vecino viejo de enfrente me estuviera viendo o quizá por eso estaba tan cachonda, me tocaba las tetas y me metía los dedos en el coño mojado, lo tenía como un bebedero de patos y me lo había provocado yo solita, estuve como medía hora o más tocándome, mi marido me dejó hacer, quería ver hasta dónde llegaría y la verdad es que se quedó sorprendido, cada día quiero sorprenderle más, haciendo lo que más le gusta: comportándome como una zorra, sin saber lo que puedo llegar a ser.
Una vez que dejé de tocarme, me quedé quieta despatarrada encima de la cama ofreciendo la visión de mi chocho empapado y de todo mi cuerpo desnudo al vecino cerdo y viejo; en ese momento mi marido se acerca a mí, todo empalmado, me dice que me pusiera de rodillas y masturbándose delante de mí, se corrió en mi cara y en mis tetas hasta quedarse seco. Después me dio unos azotes mientras me obligó a ir a cuatro patas como una perra por la habitación dando un par de vueltas, y apagó la luz. Ahí terminamos esa primera exhibición, sabiendo mi marido para quién me estaba exhibiendo. Sabía que después de esa noche, el viejo vecino mirón estaría cada vez más presente en nuestros juegos, que mi marido le llamaría por teléfono para que le contara lo que había visto y que ellos dos harían muchas más propuestas.

Continuará

sábado, 5 de febrero de 2022

Encerrona con Negros

Esta experiencia la tuve hace ya algunos años atrás. Yo aun vivía en Madrid, y en aquellos tiempos yo empezaba a manejar las redes sociales y a conocer mucha gente a través de ese medio; y pronto contacté con un señor muy agradable con el que pronto llegamos a ser muy buenos amigos, aunque nunca nos habíamos visto. Un día, este señor, me propuso quedar para tomar un café y conocernos un poco mejor, sin ninguna pretensión. Estuvimos intercambiando mensajes algunos días más hasta que llegó el día en que nos encontraríamos.

Era un Jueves y quedamos a las ocho de la tarde, que ya el calor no era tan intenso; aunque tengo que decir que aquel día sí que hizo mucho calor y a esa hora seguía haciendo bastante calor. Habíamos quedado en la Puerta del Sol, como mucha gente hace para quedar donde la estatua del oso y del madroño. Cuando llegué al lugar en el que habíamos quedado él ya estaba allí. Era un señor agradable, bien vestido, elegante, alto y de complexión atlética, tendría unos cincuenta años aproximadamente, pelo con bastantes canas, pero bien cuidado, llevaba barba. Nunca había estado con nadie que tuviera barba hasta entonces. Nos saludamos al vernos con dos besos y me dijo que tenía que hacer algunas gestiones y si yo quería acompañarle no había ningún problema ya que podría esperarle en el coche y no tardaría más de diez minutos.

Yo me había vestido para la ocasión con una faldita por encima de la rodilla, de esas que se cruzan por delante como si fuera un pareo, y una camiseta de tirantes de color blanco. En esta ocasión si llevaba ropa interior, porque no puedo negar que habíamos tenido algunas confidencias y compartido deseos entre este señor y yo, pero como era nuestra primera cita no quería que me tomara por una mujer fácil que pudiera hacer conmigo cualquier cosa en la primera cita.

Fuimos hasta su coche que lo tenía aparcado en un parking subterráneo y nos dirigimos hacia la zona de Serrano, llegamos a un hotel y me dijo que me quedara en el coche, que solo iba a recoger unas cosas y volvería enseguida. Efectivamente tardó unos diez minutos y venía con una bolsa de viaje, la puso en el maletero del coche y continuamos. Después fuimos por la carretera del aeropuerto hasta que llegamos a un restaurante muy grande con terraza, el sitio era muy agradable. Pedimos nuestras bebidas y estuvimos charlando de nuestras cosas en una conversación muy amena. Yo me sentía tan cómoda con este señor que me tomé varías cervezas, después de la segunda cerveza tuve que ir al baño y cuando regresé ya tenía una caña más, en la mesa para mí. Me sentía un poco mareada, no sé si por la excitación del momento, o porque yo no suelo beber mucho, pero la tercera cerveza se me subió realmente a la cabeza. Poco a poco empecé a sentirme como mareada aunque en un estado muy agradable y lo más sorprendente es que estaba empapada, estaba mojadísima sin haberme siquiera tocado.

Empezaba a caer la tarde y le dije al señor que quería irme a casa. Él me dijo que con mucho gusto me acercaría hasta mi casa o hasta el Metro o autobús más cercano, como yo prefiriera. En las condiciones en que me encontraba no podía ir en Metro o autobús, iba chorreando y un tanto chispada, así que le dije que me acercara a casa si no era mucha molestia, a lo que él accedió encantado. De vuelta hacia el centro, yo vivía por la zona de Embajadores, me dijo que tendría que desviarse un poco, si a mí no me importaba, para darle un recado a un amigo suyo, era algo que llevaba en la bolsa de viaje que había recogido del hotel, según me dijo. Yo no puse ninguna objeción evidentemente. Se desvió hasta la Plaza España y después se metió con el coche por el Parque del Oeste. Yo ya estaba que no podía más, creo que mis jugos vaginales habían traspasado mis braguitas, mi fina falda y estaba mojando el asiento del coche de este señor, para colmo me habían entrado una ganas enormes de hacer pis. Además estaba como en una nube y no me atrevía a decirle nada. Al entrar al Parque del Oeste, hizo una exclamación y dijo, ¡ahí está Pedro! Su amigo. Yo pensé que ya pronto estaría en mi casa y se me pasaría la vergüenza que estaba teniendo. Paró el coche al lado de un hombre y el señor le dijo a Pedro que subiera en el coche. Pedro se subió en la parte de atrás. Nada más subirse Pedro al coche, Juan, que es como se llamaba este señor, puso el coche en marcha y nos fuimos de allí.

Nada más arrancar el coche, el señor que iba detrás, Pedro, un señor barrigudo y calvo, seboso y feo, y que luego resultó ser un maleducado, empezó a hablar con Juan de mí como si yo no estuviera delante y diciendo cosas como, “esta es la putita que te has estado trabajando en el Facebook”, “pues está bien buena la cabrona”, y otras lindezas por el estilo. Yo estaba que no me podía creer lo que estaba oyendo y lo peor de todo es que estaba como si no me pudiera ni mover, ni reaccionaba ni nada, solo sentía la calentura que me subía por entre las piernas. El señor de atrás empezó a tocarme las tetas mientras le decía a Juan que enfilara para la Ciudad Universitaria para darme un repaso, a la vez que seguía diciendo que estaba bien buena, que tenía unas tetas bien ricas y le decía a Juan que si no le importaba me iba a ir metiendo mano mientras él conducía. Yo miraba a Juan y me dejaba hacer sin saber que decir, incluso me saco las tetas del sujetador y en voz severa me dijo que me quitara el sujetador, cosa que hice sin remedio. Juan que iba conduciendo y yo a su lado no quiso quedarse atrás y empezó a meterme mano entre las piernas mientras le decía a su amigo cosas como “la tía está empapada”, “me va a poner el coche perdido esta zorra”, yo ya no podía más, me aferré a su brazo y le dije que por favor parara el coche que tenía que hacer pis. No sé qué fue tan gracioso lo que dije porque los dos se reían a carcajadas y Juan empezó a tocarme el clítoris de una manera muy fuerte que unido a los sobeteos que me estaba dando el seboso de atrás, Pedro, consiguieron que me corriera o me meara o las dos cosas a la vez, porque me salió un chorro y me puse a gritar de placer y a dar sacudidas adelante y atrás como si me estuvieran follando dos burros. “Fíjate como se pone la zorra esta”, le decía Pedro a su amigo Juan, “lo vamos a pasar en grande esta noche”, “esta mujer es un volcán”. Yo estaba empapada y el coche lo manché todo con mis jugos y mi orina. Me sentía realmente muy sucia, pero ellos siguieron sin parar hasta que llegamos a la Ciudad Universitaria.

Pedro, el señor seboso que iba detrás en el coche debía de conocer bastante bien la zona, pues le estuvo indicando a Juan hasta que llegamos a un sitio entre pinos, muy alejado y escondido. Juan paró el coche y me hicieron salir fuera, me obligaron a quitarme las bragas y la falda; el sujetador estaba tirado en el coche. Así que allí me encontraba con dos hombres que no conocía de nada, en pelotas en mitad del campo, completamente mojada y cachonda perdida. Es fácilmente imaginable cómo abusaron de mí entre los dos. Me follaron por todos lados y solo me dejaron descansar cuando ya se habían corrido más de tres veces. Pedro, el señor gordo, no paraba de restregarse la polla por mi culo, por mi vientre, me hacía ponerme de rodillas y me restregaba la polla por toda la cara y hasta los cojones le tenía que chupar y restregarlos en mi cara. Cuando ya estaban cansados de abusar de mí como quisieron, yo estaba tumbada en el suelo con las piernas abiertas y llena de corridas por todo mi cuerpo.
Pero ahí no terminó la cosa, porque Pedro, una vez más, propuso una nueva cosa diciendo, “vamos donde los negros”. Qué es eso, pensé. Al rato iba a saber qué significaba ir donde los negros. Pero antes descubrí el contenido de la bolsa de viaje que Juan había recogido en el hotel. Sacó la bolsa del maletero del coche y al abrirla empezó a sacar cosas, primero unas cuerdas, también un huevo vibrador, bolas anales, lubricantes, tenía mordazas, consoladores en forma de polla enormes de color negro y de color carne con vibración, y más cosas que no alcancé a ver. Sacando estas cosas de la bolsa discutían sobre qué sería lo mejor para mí y hablaban entre ellos como si yo no estuviera delante. Finalmente acordaron entre ellos, y sin pedirme ningún permiso, como es obvio, me metieron primero el huevo vibrador en mi vagina. Lo untaron con una crema lubricante y me lo introdujeron dentro.
Pedro me inspeccionó para ver si aun estaba mojada comprobando que estaba como un torrente, no sé qué me pasaba pero sin poder remediarlo estaba excitadísima y empapada por todos lados. Al meterme la mano entre las piernas, Pedro exclamo: “está empapada la tía”, “méteselo directamente” le respondió Juan. Me metió el huevo dentro, lo cual hizo sin ningún esfuerzo, yo no dejaba de correrme una y otra vez. Y estos dos volvieron a excitarse de verme tan cachonda que me follaron la boca por turnos hasta correrse en mi garganta, me atragantaba pero me obligaron a tragármelo todo. Después de meterme el huevo dentro de mi vagina me ataron las piernas, una contra otra para que no pudiera separarlas; decían que era para que no se saliera el huevo que llevaba dentro, y me ataron de tal manera que me dejaron con el agujero del culo expuesto completamente y en esa posición empezaron a meterme unas pequeñas bolas anales que decían que eran por el ojete. No sé cuántas bolas me metieron por el culo, por lo menos media docena. Aunque lo peor era cuando las sacaba el Señor Pedro de mi ojete, las sacaba y las volvía a meter, y así se estuvo entreteniendo un buen rato escuchando los gemidos que yo daba sin poder remediarlo. Cuando el Sr Pedro se cansó de jugar con las bolas en mi ojete, me dio una buena azotaina en las nalgas, para decirme lo que íbamos a hacer a continuación y que como buena perra y zorra que era iba a realizar sin rechistar, aunque eso no fue nada comparado con los correazos que me dio Juan con su cinturón, me dejaron el culo que no me podía sentar, por lo que tuve que ir todo el camino con el culo en pompa en el coche, en el asiento de atrás me pusieron como a una perra, atada y sin poder separar las piernas pusieron en funcionamiento el huevo vibrador y ahí creía que me iba a dar algo, era una sensación entre gusto y ganas de gritar, pero de vez en cuando Pedro me miraba y me recordaba que estuviera calladita con unos buenos bofetones y amenazándome con ponerme una mordaza en la boca. También aprovechaba para sacarme las bolas del ojete y volverlas a meter, cosa que me excitaba aun más. Así me llevaron en el coche hasta la Cuesta de la Vega, medio desnuda, solo llevaba puesta la camisetita de tirantes y las sandalias, sin sujetador, sin bragas, sin falda, empapada y cachonda como una perra.

Se metieron por detrás de los coches que había aparcados allí y llegamos como a un camino escondido y rodeado de árboles y con las luces del coche pude ver que había como bultos en el suelo y como salía gente corriendo. Juan dijo que los negros pensaban que éramos de la policía. Así que apagó los faros del coche y le dijo a Pedro que saliera del coche y hablara con uno de ellos, un tal Babu que parecía que conocían. Yo no podía hacer nada y solo podía pensar en qué sitio me habían traído estos dos señores y cómo es que conocían a estas personas que parecían sin techo, inmigrantes y negros. El Sr Juan estaba en el coche mientras que su amigo Pedro estaba hablando con algunos de aquellos chicos y le hacían señas como indicándole algo.


Mientras tanto yo estaba prácticamente desnuda en el asiento de atrás del coche del Sr Juan, con un huevo vibrador en mi vagina y unas bolas anales metidas en el ojete; y una calentura que a pesar de las circunstancias en las que me encontraba, en lugar de menguar, iban en aumento cada vez más. A pesar de todo yo le pedía por favor, le suplicaba al Sr Juan que me sacara de allí y me llevara a mi casa; a lo que él me responde que me estuviera calladita porque todavía no había terminado conmigo y que si me iba a sacar pero del coche. En esas estábamos cuando me doy cuenta que unos cuantos negros se estaban acercando al coche y empezaban a mirar en el interior y le preguntaban al Sr Juan lo que hacíamos ahí y qué llevaba en el asiento de atrás; yo quería esconderme y que no me vieran pero no había dónde y no tardaron en estar todos viendo a través de las ventanillas mientras me miraban un grupo de chicos jóvenes y fuertes que se estaban relamiendo por lo que estaban viendo en el asiento de atrás de aquel coche. ¿Qué traes ahí? Le decían al Sr Juan. Una zorra hambrienta de polla, les dijo. Por favor, por favor Sr Juan, vámonos de aquí, hago lo que ustedes quieran Sr Juan a usted y a su amigo pero por favor vámonos de aquí, le suplicaba yo al Sr Juan. Por supuesto que vas a hacer lo que queramos y va a ser aquí mismo, vas a ser la “merienda” de estos negros, es la respuesta que obtuve del Sr Juan.

Abre la puerta y saca a la zorra, decían los negros alrededor del coche. Si, un momento decía el Sr Juan y yo me puse a sollozar aunque mi calentura seguía ahí martirizándome. Al poco aparece el gordo y seboso Sr Pedro que venía con un negro más mayor que los que había alrededor del coche y por la pose que traía parece que tenía alguna especie de autoridad en aquel entorno, ya que todos se apartaron con bastante respeto. Mira lo que te traemos Babu, le decía el Sr Pedro, abriendo la puerta de atrás y tirando de mí y sacándome fuera del coche. Yo no podía resistirme a nada y lo mejor que podía hacer era colaborar con ellos y que no me hicieran algo peor que lo que ya me esperaba me iban a hacer. Y allí estaba con mi camisetita y mis sandalias de tacón cubriendo mi cuerpo en medio de todos aquellos hombres. Muchos negros se habían sacado la polla y se estaban masturbando mientras me miraban con una cara de vicio que me asustaban. Mira Babu, decía el Sr Pedro, tócala, ya verás lo mojada que está. El negro me empieza a meter mano entre las piernas tocándome sin ningún pudor y metiendo sus dedazos dentro de mi vagina encharcada de mis jugos. La cara de satisfacción que se le puso al tal Babu era digna de observar. Mira esto, sigue diciendo el Sr Pedro, y me obliga a inclinarme hacia adelante para mostrarle mi culo al negro Babu y a todos los demás y empieza a sacarme las bolas anales del ojete, me las sacaba y las volvía a meter y yo daba grititos entre el gusto y la vergüenza mientras varios negros se agolpaban detrás de mi y unos me tocaban el culo y otros me daban azotes y yo me corría del gusto, no sabía porqué pero aquella situación me tenía salida como una perra.

Una vez pasados los preliminares y hechas las presentaciones a los negros de la zorra como me llamaban los dos señores que me habían llevado hasta allí, empezaron a usarme como les venía en gana, me encontraba en medio de un montón de negros, no podía contar cuántos podía haber, solo sabía que eran muchos y me estaban follando, penetrando, abusando usando y corriéndose encima y dentro de mi como mejor les parecía sin que yo pudiera negarme a nada; creo que pasaron por los agujeros de mi cuerpo todo aquel poblado de negros y algunos de ellos varias veces. Cuando se cansaron me dejaron allí tirada en el suelo, tiraron mi ropa y mis cosas encima de mí y me dijeron que me marchara rápido, que no querían tener problemas y que mis “amigos” me estaban esperando en el coche. Me levanté como pude, ya que tenía todo el cuerpo dolorido además de pringoso y lleno de lefa de negro por todo el cuerpo; cuando me alejé de allí no quería encontrarme a los dos señores que me habían puesto en aquella situación pero estaban esperándome en el coche y en cuanto me vieron me hicieron entrar en el coche. Yo no quería nada más que irme a mi casa, limpiarme y descansar pero aquellos dos me dijeron que me llevarían a mi casa ya que por aquel día estaban satisfechos, pero que cuando les apeteciera vendrían a buscarme para divertirse conmigo, que sabían dónde vivía y que tenían muchas cosas que ir preparando para que yo hiciera y pasarlo todos bien, yo incluida.